domingo, 21 de octubre de 2012

La cultura


No me quiero quedar atrás intelectualmente.

Los orcos como yo sólo tenemos dos armas para triunfar socialmente. Una de ellas es la posesión de bienes materiales derivados de la inmoral tenencia de ingentes cantidades de dinero. Pero si eres un orco, esto sólo suele suceder gracias a una herencia familiar abundante.
La otra posibilidad es demostrar tener una cultura algo por encima de la media, y si es muy por encima, mejor.

Como puede intuirse, yo carezco de ambas cosas, pero he decidido emprender la “Operación Palangana”. (El nombre me lo recomendó un vecino que fue policía.... bueno, no fue policía, hizo las pruebas. A ver, hizo una prueba. Es decir, se presentó a un examen, pero como llevaba las uñas de los pies largas no le dejaron entrar. El caso es que no le dejaron entrar porque se le veían las uñas de los pies por ir descalzo... y desnudo. Quizá debería plantearme hacer caso a según qué vecinos)

Perdón, me centro: consiste este proyecto en un auto-adiestramiento intensivo a través de la lectura de los clásicos literarios de todos los tiempos, visitas a los más importantes museos europeos y la audición repetida de las obras sinfónicas y operas más sonadas de la historia.
Ha estado bien eso de las obras sinfónicas y óperas “más sonadas”  ¿eh? ¿a que sí? Qué risa.

En cuanto a museos, he empezado por el que tengo más cerca: “Museo de la Tortura mediante alicates”. Había una performance donde un tipo de color blanco nuclear gritaba y sangraba con mucho realismo. Suerte que lo visité a tiempo, fui un jueves y el viernes ya estaba cerrado con precintos policiales y todo ese rollo.

Musicalmente hablando, todos son grandes artistas, pero yo me decanté, para empezar, por el famoso Bolero de Ravel. De momento no he encontrado la versión original, con letra, sólo una redundante interpretación instrumental en la que se echa muy de menos algún “Me dejaste desvencijado, pobre y viejo, acallado en... etc.”

El terreno en el que más he avanzado, sin duda, ha sido en el literario.
Ya me he leído un libro entero (“Teo en la piscina”) y decidido a ir subiendo el nivel progresivamente, he empezado con uno un poquito más grande: “Rayuela” de Julio Cortázar.

Al principio creí que en la biblioteca se habían equivocado y que me habían prestado un ejemplar que tiene las hojas y las palabras desordenadas. Parece también que hay trozos de otros libros e incluso de algún manual de instrucciones de una batidora o algo. Otro vecino – éste sí que es cultísimo – me sacó de mi error y me dijo que no, que el libro es así.

Vale.

Pues insistiré en ello. Empezaré de nuevo. Porque no quiero que nunca más me digan que no estoy ilustrado y que eso justifique que me tiren piedras o me hagan la zancadilla en las escaleras del videoclub (bajándolas, que duele más).


miércoles, 10 de octubre de 2012

Severa crítica de un anuncio


“El último lugar donde quieres estar solo es en tu casa”

Esa afirmación la podemos escuchar en un anuncio de la tele. Un anuncio de alarmas.

Sí, confieso que a veces veo la televisión. Sé que quedaría mucho mejor y propio de un tipo interesante y bohemio decir que no, que la televisión sólo la uso como soporte de una figurita que representa una bailaora flamenca que compré en Sevilla.
Bueno, quizá eso tampoco daría la mejor imagen de mí mismo.
Pues un toro, con las banderillas clavadas y chorros de sangre que cubren su piel.
Tampoco.
Pues un botijo recuerdo de Orihuela, provincia de Alicante.

En definitiva, veo la tele y cuando hay anuncios aprovecho para hacer toda una serie de actividades que algún día haré públicas, dado el interés que sin duda ello tiene para la humanidad en particular y para mí en general. O al revés.

Para no perderme algún anuncio cuyo contenido pudiera interesarme intelectualmente, como alguno que yo me sé, de ropa interior femenina, dejo el volumen del televisor a toda pastilla (sufro cierta sordera) y eso me permite oír frases como la que encabeza este post.

La sentencia la hace un tipo que me parece a mí que antes (o ahora) hacía (o hace) de presentador de telediarios o algo parecido. No sé. Tú ya sabes a quién me refiero. ¿No? Bueno, vaya. Es igual. La cuestión es que pone una voz extremadamente suave y seria, como si estuviera hablando de algo REALMENTE IMPORTANTE: “El último lugar donde quieres estar solo es en tu casa”.

No, a ver, pavo. Mi casa es el primer lugar donde quiero estar solo; o eso, o con alguien con quien no me incomode estar en bolas. Los demás casos pueden ser más o menos agradables, pero para estar solo es sin duda el mejor sitio.

El último lugar donde quiero estar solo sería uno de estos:

1.- Callejón sin salida a las 4:15 de la mañana. Cubos de basura. Humedad.
2.- Sección de lencería del Corte Inglés.
3.- Polígono industrial Can Parellada (Rubí), a partir de las 10 p.m.
4.- Mansión Playboy.
5.- Discoteca “Pachungo’s” o similar.
6.- En la calle un domingo por la mañana a eso de las 8:45.
7.-   ....................................... (pon aquí tu opción)