viernes, 30 de noviembre de 2012

Noviembre


Menudo mes de mierda.

No quisiera terminar noviembre sin cagarme en lo más sagrado, así como en la jeta de todos los hijos de puta que me han jodido la existencia durante estos treinta días.

Bien, bilis extraída.

Todo comenzó a principios de mes. En el curro nos enviaron a casa unos días, porque la cosa está mu mala y como tenemos un ERE activado, pues lo pueden hacer alegremente. El trabajo que había lo hizo el gerentillo de la empresa ayudado por la administrativa, su comenabos personal (entendiéndose en ambos sentidos de la palabra, hay pruebas documentales: subidas de sueldo en grave época de crisis y condones en el tercer cajón de su mesa) De todas maneras, esa es otra historia que reflejaré a modo de relato largo o novela corta en cuanto me hayan dado la patada.

La segunda cosa más mala todavía que me sucedió pocos días después fue el robo de mi querido bajo eléctrico (como quince años que anduvo conmigo ensayo arriba, ensayo abajo, un concierto aquí, un fracaso allá) y un sinte que compré de segunda mano hace muy pocos meses. Toda mi música a la mierda. Me queda la guitarra acústica que mi señora hermana me prestó hace tiempo y aun no me ha reclamado.

Como del curro uno no se puede fiar, pues hice lo que tenía que hacer: buscarme la vida.
Me dirigía yo a hacer labores más penosas y sucias aun que las que normalmente ejerzo conduciendo mi coche cuando de repente éste se para, del todo, en medio de la autovía. Chaleco amarillo, triangulitos, grúa, dos días, y un pastizal enorme que he tenido que darle al señor mecánico y que aun no tengo muy claro cómo saldaré con el banco.

Un asco grande. Menos mal que se acaba el mes. Yo le echo la culpa a él, porque creo que yo, en estos casos, no tengo muchísima. Sí, claro, hay un millón de “si no hubiera...” y otro millón de “si hubiese...”, pero me niego a hacerme culpable de ello.

Quisiera añadir que al puto cabrón hijo de cien mil padres que me ha robado los instrumentos le deseo una vida llena de noviembres como el mío concatenados y sin respiro. Y que un día, alguien en el metro le diga que tiene un moco pegado en la frente y todo el vagón se ría de él y se mee encima de la vergüenza, y que al orinarse sienta más vergüenza aun, que lo pase fatal, que se le acelere el corazón y le lata tan fuerte que se le caiga un ojo y un niño de estos de ahora que crecen tanto lo pise con su zapatilla deportiva y que el ladrón se sienta muy triste y desdichado y se le pare el corazón un rato (de la pena que está pasando) y todo quede en un susto pero que el recuerdo le acompañe toda la vida y que se despierte por las noches pensando: “quizá, si no hubiera robado la guitarra aquella rara de las cuerdas gordas ahora no sería tan tan tan desgraciado”




viernes, 23 de noviembre de 2012

Cena de antiguos alumnos


He recibido un e-mail.

Buenas!!!!
De nuevo contacto con vosotros y por lo mismo que la otra vez. Se está organizando otra cena de antiguos alumnos y a mi particularmente me gustaría veros. Es el día 1 de diciembre en el grñlpux (Hytxk). Sé que os aviso con poco tiempo de antelación aunque... nunca es tarde si la cita es buena!!!
Decidme algo en cuanto os sea posible.
Un besazo
Xx


Y he respondido así:


Hola, Xx..
Me será muy difícil acudir a la cena de antiguos alumnos.
Tengo motivos poderosísimos que muy probablemente me impidan acudir al evento.

En primer lugar, he de decir que la vida me ha tratado fatal, dejando graves marcas en mi cara y en mi maltrecho cuerpo. No, no se trata de ningún accidente provocado por componentes químicos chungos como ácido o algo peor; se trata de las huellas que los sinsabores cotidianos han ido marcando en mí, como aquella vez que me pedí una crema de calabacín en un restaurante de Segovia y... puaj, qué asco, aquello no había quien lo deglutiera. Se me quedó la cara así, torcida.

También pesa el hecho de que desplazarme me cuesta un montón. Con mis aproximadamente 250 kilos de carnes, los pocos viajes que hago (rodando) son de la cama a la nevera, ida y vuelta. Se me queda el pijama lleno de pelusas. Además, vivo un poco retirado.

Luego está el hecho comparativo. Mientras que vosotros, sin duda, nadaréis en la abundancia, con casa propia, coche, retoños y un sinfín de fuentes de felicidad, yo tengo una espumadera de plástico que me compré el otro día en un bazar chino. ¿Cómo me voy a presentar así?

Por último, fuentes cercanas me informaron en su momento que la mayoría de vosotros no me recordáis, lo cual es bastante normal y de hecho, me libera del peso de la curiosidad ajena pero a la vez me recuerda que mi época escolar no fue feliz (eso ha enriquecido a un montón de psicólogos y me ha dejado a mí al borde de la pernoctación en cajeros automáticos) y no quisiera yo llegar allí para tener que explicar a todo el mundo quién porras soy y tal. Y es que habrá mucha gente.
Es timidez, soy muy tímido y aunque no enrojezco - por una curiosa incapacidad cutánea - sí que lo paso fatal por dentro, con temblores de rodillas y taquicardias esporádicas.

Muchas gracias por invitarme y te ruego que traslades mis respetos y reconocimiento a todos los compañeros. Yo os tengo muy presentes a todos.

De todas formas, no descarto totalmente presentarme para los cafés. Si estoy un poco borracho y os beso y os abrazo demasiado, decidle al del restaurante quién soy, me temo que ya sabe cómo echarme del local utilizando el siempre efectivo método de la patada en la espalda.

Un abrazo.


Ahora pienso, ¿lo hago? ¿me bebo cuatro o cinco birras y voy a la cena? ¿Me acompaña alguien a quien pueda presentar como “mi amada esposa” o “mi maridito”? No sé. Es tentador.